jueves, 28 de noviembre de 2013

Castillo invernal

Las puertas se lacran.
El frío se repliega por los altos pasillos
y el mármol frío, y calla
como siempre.
Sobre el trono, colgado en su vitrina oscura,
Invierno guarda sus muros
de la alegre primavera.

lunes, 29 de julio de 2013

Un año de cuentos... ¡Ahora en descarga gratuita!

Para celebrar las vacaciones, que el sol me ha tostado los sesos y que Un año de cuentos lleva ya casi un mes a la venta en Amazon, he decidido tirar la casa por la ventana y regalar descargas de mi libro en PDF y epub. Desde hoy, y hasta el día 31 de agosto, todos los enlaces permanecerán activos. Eso sí, como esta página no tiene contador de descargas, o al menos yo no lo he sabido encontrar, os rogaría que pusierais un comentario en la entrada si decidís descargarlo, y si queréis darme vuestra opinión... ¡adelante! Para eso estamos aquí, ¿no? Espero que os guste.

Enlace a la carpeta Dropbox con los archivos. Si se rompe el enlace o no funciona, avisádmelo para que pueda repararlo cuanto antes.

https://www.dropbox.com/sh/1sra22btuz3c9v8/3kVqKEhnL4


domingo, 28 de abril de 2013

La suerte del indiferente


Antonio se metió detrás de la barra, tiró la bayeta en un barreño de plástico amarillento, agarró el trapo de los vasos y se puso a quitarles el polvo por enésima vez aquella noche. El continuo crujir de su muñeca le ayudaba a pensar.
El reloj de esfera opaca que presidía el local marcaba las dos y cinco. Con tantas discotecas al lado, no era raro que no hubiera nadie. Alguna vez había pensado en poner un pequeño escenario y llevar a algún grupo de esos que se decían modernos, con su ropa rota y sus guitarras estridentes, pero todo quedó en agua de borrajas: demasiado dinero, y demasiado jaleo. Tal vez los clientes estuvieran dispuestos a soportar el ruido, pero él no. O quizá podría cerrar por las noches. Después de todo, no iba casi nadie, y de los que cruzaban la puerta, el noventa por ciento pasaban al servicio sin saludar siquiera, y luego salían sin dejar más que un par de huellas en su felpudo; eso en el mejor de los casos. «Al siguiente que quiera ir al baño le obligo a hacer una consumición», pensó. Desinfló el pecho. Pensara lo que pensase, su madre tenía razón: lo suyo no era discutir. Incluso la vez que le atracaron con una pistola él se limitó a abrir la caja y depositar las ganancias de toda una noche en la bolsa del ladrón, quien por supuesto no se olvidó de pasar al baño antes de irse.
Hubo un crujido de bisagras. Por la puerta apareció una mujer pelirroja envuelta en un vestido lleno de lentejuelas de esas que a su mujer le parecían tan vulgares sólo porque no podía permitírselas. Las pestañas eran oscuras y tan alargadas que Antonio temió que se le cayeran de un momento a otro. Le dedicó una sonrisa pintarrajeada de color butano y se acercó:
-Buenas noches tenga usted.
-Buasnoches –refunfuñó Antonio.
-¿Ha visto entrar aquí a un hombre moreno de pelo corto? Me dijo que iba al servicio, pero no ha vuelto.
El camarero negó con la cabeza, y dejó caer la mirada hacia el vaso que llevaba frotando ya dos minutos. La mujer se asomó fuera y volvió a entrar frotándose los hombros semidesnudos. Se encaramó a un taburete y lo observó en silencio.
-¿Va a tomar algo?
-¿Me pone un Scotch Mist?
-Tengo lo que hay ahí -señaló con la cabeza al panel de detrás de la barra, donde hacían guardia un montón de botellas casi vacías.
-Un whisky valdrá.
Antonio le puso cuatro pedazos de hielo semidescongelado y llenó el vaso hasta la mitad. Confiando en que eso la mantendría entretenida un rato, se dio la vuelta y continuó con su desganada afición por abrillantar vasos. Si fuera por él, la señorita podía marcharse sin pagar. Ella, sin embargo, tenía otros planes. Bajó la mano derecha, rebuscó entre los pliegues del vestido y abrazó con los dedos una pequeña pistola. Alzó la cabeza y vio que Antonio le sonreía como un padre que pilla a su hijo comiendo galletas después de negarse a cenar.

-Puedes ahorrarte el numerito. Abre la caja si quieres. Debe haber unos treinta euros.
La mujer depositó la pistola sobre sus muslos y tomó un sorbo de whisky. Recuperado el temple, alargó una mano anhelante hacia al caja.
-¿Tienes cámaras? -desconfió.
-No
-¿Botón de llamada a la poli?
-¿Te parece que puedo permitirme algo de eso?
-Entonces una de dos: o eres un poli de paisano o eres imbécil.
El camarero guardó silencio y siguió frotando el vaso con el trapito.
-¿Y bien?
-¿Y bien qué? ¿Necesitas un manual de instrucciones?
-¿Qué te propones?
-Haz lo que tengas que hacer y márchate.
-Ah, ya lo entiendo. Intentas darme pena para que no te desplume, ¿no? Pues tengo malas noticias: no me das pena -alargó la mano y abrió la caja. Con un mohín de fastidio, la mujer agarró los tres billetes que había en la caja; se los metió en el escote, se adecentó el vestido, acabó el whisky y fue hacia la puerta. Se asomó de nuevo para comprobar que no hubiera nadie y le dedicó una última mirada al camarero, absorto en su eterna limpieza.
Tres horas después, cuando cerró el bar, Antonio vio en la calle dos ambulancias, varios coches de policía y muchos curiosos apelotonados a un par de manzanas de su bar. Al parecer habían intentado atracar una de las discotecas de la zona. Murieron un barman y una muchacha pelirroja.

domingo, 10 de marzo de 2013

Camp NaNoWriMo

Si os pica el gusanillo de escribir, si os quedasteis con ganas de participar en NaNoWriMo 2012... ¡ahora podéis apuntaros a Camp NaNoWriMo!


Este concurso se convoca dos veces al año: en abril y agosto, y tiene básicamente las mismas características:
- Se trata de escribir una obra con cierta unidad durante un mes natural
- Es gratuito
- Podrás compartir tus experiencias con muchos otros participantes de todo el mundo.

Por supuesto, también encontraréis interesantes novedades:
- Esta vez, cada participante puede fijar el número de palabras que está dispuesto a escribir, desde 10.000 a 99.999.
- Si no queréis o no podéis afrontar una novela, esta nueva modalidad también os permite abordar otros tipos de proyecto: guiones, obras de teatro, diarios ficticios, relatos cortos... Cualquier modalidad es válida en Camp NaNoWriMo, el único requisito es escribir y tener un cierto compromiso.
- "Cabin". La idea de esta característica es que puedas compartir tu experiencia con otros, así que se te asignarán unos compañeros (entre tres y cinco) para que puedas hablar con ellos, comentar cómo te va... conocer gente, como harías en cualquier otro campamento. Para la elección de compañeros hay varias opciones:
                 1. Agregar a tus amigos
                 2. Someterte a un sorteo con gente de todas las edades y todas las nacionalidades
                 3. Comunicar que prefieres compañeros de tu nacionalidad, edad o cantidad de palabras
                 4. Renunciar a que te asignen compañeros, aunque creo personalmente que es una buena oportunidad de conocer a otros chicos y chicas interesados en escribir, e incluso, si sabéis idiomas, de practicarlos.

Para los que estamos estudiando es una gran oportunidad, porque puede (si queremos) no ser una competición tan exigente como el NaNoWriMo oficial. Las fechas, indudablemente, siguen sin ser las mejores para nosotros, pero no cuesta nada intentarlo. De todas formas, si no te decides, siempre queda agosto, ¡y ahí sí que no tenéis excusas!
Los participantes en el concurso tendrán un descuento del 20% para la compra de Scrivener, un software de escritura bastante recomendable, sobre todo si tenéis ordenadores Mac.
Si aún necesitáis más incentivos para apuntaros, sólo me queda decir que Gileblit estará en Camp NaNoWriMo, al igual que muchos otros compañeros que seguro que están deseando formar un "Cabin con vosotros. ¡No lo lamentaréis, y seguro que repetís!

Para consultar más información y apuntaros, seguid este enlace: http://www.campnanowrimo.org/

viernes, 8 de febrero de 2013

Instrucciones para viajar en Metro. Edición para turistas interplanetarios



Una vez dentro del vagón, busque asiento. «Un descanso, ¡genial! ¿Cómo puede esta gente apañarse con tanto apéndice?» Dele la espalda. «¿Y no se escapará? Será mejor que no lo pierda de vista. ¿Por qué esa señora se frota el cuello tan asustada? Bueno, sigamos.»  Déjese caer manteniendo el tronco recto. «Esto debe estar mal: las vibraciones del cristal en la cabeza son muy desagradables. ¡Ah, las articulaciones inferiores! A ver cómo era ésto… Bien, ahora el doblez del medio… Pues no; era al revés. ¿Qué hace ésa ahora tirándose al suelo? Debe de ser marciana, siempre llamando la atención.»

viernes, 1 de febrero de 2013

Traición


Ni su incorporeidad, ni el hecho de que no le oyeran por muy alto que hablase; lo que más le costaba era despertarse y no poder ver su rostro en el espejo. Ahora ya no necesitaba arreglarse el pelo o la barba, pero eso no lo hacía mejor. Suspiró y, por costumbre, salió del cuarto de baño justo antes de que Elena entrara y cerrara la puerta tras ella. No le había pasado inadvertido que últimamente el tiempo que pasaba allí dentro, especialmente por la mañana, era ligeramente más largo.
Hubiera ido a la cocina a prepararle el desayuno, como solía hacerlo antes, pero sabía que, incluso en el caso hipotético de que lo consiguiera, sólo lograría sentar las bases de una incipiente locura. Y ella no se merecía eso.
El desayuno transcurrió en silencio. El alma vagabunda de Mateo caminaba a su alrededor, con los ecos de las risas pasadas aún en los oídos. Pensó en acompañarla al trabajo, pero, si lo que le habían dicho era cierto, no sería lo más adecuado: sobre todo, debía procurar alejarse de ella de vez en cuando, pues en el poco tiempo que había pasado en ese mundo de gasas y vidrios sucios que hay detrás de la muerte no le habían faltado relatos de otros que, como él, visitaban a sus seres queridos. Muchos se habían pegado casi literalmente a ellos en un vano intento por  volver a sus vidas. Algunos habían conseguido provocar algún breve suspiro, un leve sentimiento que, en todo caso, los familiares descartaban rápidamente, sin saber que esa pequeña sensación había costado meses de esfuerzos y una gran cantidad de energía. Muchos habían tenido además la desgracia de ver cómo el inmenso cariño que les profesaban y que creían, en su locura, correspondido, era traicionado: tarde o temprano la vida obliga a dar un paso adelante. Algo así sólo podía llegar a dos puertos: el de la resignación o el de la locura. Era frustrante ver cómo algunos de los compañeros que le habían advertido con más insistencia estaban ahora encadenados a una casa vacía, o peor: ocupada por otros que poco o nada tenían que ver con ellos.
Por eso él, haciendo un esfuerzo de voluntad, dejó que esa mañana Elena fuera sola al trabajo. Recorrió en silencio el pasillo y cada una de las habitaciones, tocando con sus dedos desvanecientes los marcos de la puerta, poniendo una invisible huella sobre las fotos en las que ambos sonreían, entristeciéndose un poco al ver que la de su mesilla estaba tumbada boca abajo. También era difícil para ella, eso lo sabía, pero no era tan iluso, o tan egoísta, como para suponer que Elena jamás dejaría de quererle, porque él estaba muerto, para siempre.
Sentado en la cama, lo pensó detenidamente: quizá fuera egoísta, pero no quería ver sufrir a la mujer a la que había amado durante tantos años. Cerró los ojos, se concentró en el lugar al que había ido tras aquel golpe que lo había cambiado todo, y dejó de estar allí.
Cuando Elena volvió a casa, al lado de la cama seguía la foto de su novio, ese pobre patán. La alzó y le dedicó un beso con la sonrisa torcida. Bajo la almohada guardaba un tesoro que la hacía sonreír aún más: el cuchillo que había hundido en su espalda.

viernes, 25 de enero de 2013

Encargo


El doctor sigue tumbado en el suelo, donde yo mismo lo puse hace sólo un par de horas. La cabeza, abierta como una fruta madura, se derrama sobre las tablas del suelo creando un laberinto rojo entre las lamas de la tarima. El vecino de abajo tendrá una sorpresa dentro de unas horas, o quizá nunca, todo depende de lo bien aisladas que estén las plantas de este edificio. Junto a su mano está el cenicero que usé para dejarle así; bueno, no el mismo, porque cuando yo lo cogí sólo era una pieza ahora son dos o tres. Si los juntara, aún podría ver la huella de una pequeña mano en el centro. ¿Desde cuándo tendrá este hombre el cenicero? No parece demasiado joven, así que si es de su hijo, o su hija, debe hacer por lo menos treinta años que está cogiendo polvo en el escritorio. Si fuera de un nieto, entonces podría hacer menos tiempo, así que aún puede hacerle otro, aunque a juzgar por lo bien cuidado que estaba nunca lo ha usado más que como pisapapeles. Un trasto menos en el mundo, ¿a quién le importa? Es hora de aprovechar todo lo que pueda de la casa: si queda algo de valor, me lo llevo. El cliente no dijo que no pudiera cobrarme un sueldecito extra, ¿no?
"Para encontrar objetos de valor, primero ve al salón, y si no, a la habitación", como nosotros decimos. Pues entonces, a ver dónde estaba ese salón, con todas sus lamparitas verdes de madera. Bueno, habitación o salón da igual: las dos están en el refrán, y ya que estamos aquí... Vaya, parece que el sibaritismo se acababa a mitad del pasillo: estas cortinas no puede haberlas elegido la misma persona que decoró el despacho. Los cajones están vacíos. La cómoda... doscientos euros. Algo es algo. Creo que esta vez el refrán se va a equivocar: si el aspecto de la habitación es el reflejo de lo que contiene, el despacho era mucho más prometedor, qué pena que allí sólo había libros aburridos y enormes. Entonces, al salón tocan.
Las lamparitas prometen, y también la alfombra. A lo mejor hay algo escondido aquí abajo. Espera, ¿qué es eso? ¿Una cesta de gato? No he visto ningún gato. El cliente tampoco me dijo que lo hubiera, es más, el hombre al que tenía de matar... si no recuerdo mal era alérgico. Pero era él, seguro, lo comprobé con la foto. No puede ser que me haya equivocado. No, no, no. Esto no puede ser. Cocina, baño... despacho. A ver: el mismo pelo peinado hacia atrás, la chaqueta de cuello chino... ¡Por Dios, si nadie lleva ya ese cuello! ¡Es él! ¡Tiene hasta el mismo mechón blanco en la sien derecha. ¡Es él, sin duda!  Sólo hay una manera de estar más seguros: la cartera. Nada de dinero, sólo tarjetas, ¡qué pájaro! Sí, éste es el mismo nombre que me dieron, y el de la foto es él. ¿Entonces por qué hay aquí un gato? Calma, calma, tal vez al cliente se le olvidó decirlo. ¿Entonces por qué comentó lo de la alergia? Como fuera una broma el susto lo va a pagar él, ¡y muy caro! Esto me pone los pelos de punta, será mejor que me vaya. Además, la señora de la limpieza, si me puedo fiar de lo que me han dicho, vendrá en veinte minutos. ¿Qué es ese ruido? ¿Una llave? ¡Un collar de oro! ¡Tenías un collar de oro en la mano! ¡Y un reloj de mujer de plata en el bolsillo! Vaya vaya, así que te pillé robando, ¿eh? Al final va a resultar que he salvado al pobre inquilino de esta casa de sufrir un robo... al menos por tu parte.